Comentarios acerca de la vida nacional. Temas militares, política, seguridad, terrorismo, fuerzas armadas, prensa, radio y televisión, moral y ética ciudadanas. Chascarrillos militares, cocina de campaña, noticias diversas... Todo según los artículos 20 de la Consitución Española y 177 y 178 de las RR.OO. para las FA,s.

30 junio 1993

2.- In memoriam.


Fidel Dávila y yo coincidimos por primera vez un 14 de septiembre de 1965 a las diez de la noche en la estación del Norte de Madrid. Paradigma de la denominada "promoción orquesta", que tan buenas notas ha proporcionado, era entonces ya insultantemente joven, aspecto que conservó toda su vida, y poco formado físicamente.
Aquella noche vivida en el tren, acosados por unos cuantos "alféreces", creó un nexo entre ambos que se mantendría a lo largo de los años.
Volvimos a coincidir en segundo año. Han habido tres novenas, la de la Purísima, la de Bethoven y la de la XXIV. En ésta última convivimos estrechamente. En aquella sección donde "se querei callá..." olía ya a perejil, donde "Mané" era la alegría de la huerta, donde el "Rigus", el "Duque", los inefables bronquistas Paco Alzugray, tan añorado, y su adrenalítico compinche Pérez Blanca, terror ambos de las patrullas de vigilancia, etc, etc, y Fidel..., con aquella manera de fruncir el ceño, aquella mirada de soslayo y aquella sonrisa socarrona que después de cualquier momento de tensión nos desarmaban. Un vistazo a la foto os convencerá rápidamente de lo trascendentales que, a pesar de todo, éramos. Una magnífica piña.
Nuestras respectivas Armas nos separaron durante dos años hasta que un 18 de agosto de 1969, a las nueve de la noche, cogíamos el mismo avión para Tenerife. Fidel ya no era el de la primera vez, la Academia nos había madurado y a él particularmente, manteniendo su aspecto de siempre, le había proporcionado un cuerpo atlético. Vamos, que se había hecho un hombre. Como llevaba el sable en la mano, enfundado en verde, un "capitalista" se le acercó en el avión y confundiéndole con un torero le espetó: "maestro, ¿dónde está el servicio?".
Ser pocos tenientes recién salidos en un CIR tenía múltiples ventajas, nos mimaban, y aunque éramos todos muy independientes, siempre estuvimos muy unidos. Allí se forjó definitivamente, entre correrías y momentos difíciles, una amistad entre Fidel y yo que siguió siendo entrañable en la distancia y en el tiempo.
Cuando nos separamos, él se fue a Nómadas, en el Sahara, y yo a Ceuta. Unas cuantas cartas, las noticias a través de nuestros respectivos padres, el mío le trajo de Argentina unos reglamentos de contraterrorismo y contrasubversión (¡qué ironía!) que le había proporcionado el suyo a la sazón agregado militar en Buenos Aires, y coincidir en algunos lugares por mor de nuestros cursos o sus concursos, fueron nuestras únicas relaciones hasta que volvimos a vernos en Madrid con ocasión del Inter-Armas.
En aquella ocasión todos los que coincidimos en Tenerife reverdecimos nuestras historias en una nostálgica y entrañable cena.
Algo que me llamó profundamente la atención fué que Fidel, infante y concursista, hiciera el curso de Estado Mayor. Haciendo honor a su apellido "orquesta", ya que su abuelo había sido el fundador de la actual escuela, aceptó el envite, para mí entiendo que contra natura, consiguiendo la faja azul con todo merecimiento.
Media docena de coincidencias más y un día, yendo en mi coche al Cuartel General del Ejército, una noticia en la radio me aclara el significado de una explosión que acababa de oír directamente. Entre otros queridos compañeros, Fidel yacía inerte, con el uniforme quemado, asesinado por ETA en el pavimento de la glorieta de Ruiz de Alda.
Terrible coincidencia para mí, ya que por la misma paso todos los días desde hace casi veinte años y se me hace presente su recuerdo.
Unos días antes había recibido una condecoración de manos de S.M. el Rey en la plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid. A través de un amigo en Televisión Española, aporté las referencias para que el telediario nocturno recuperara las imágenes del acto. La cara de Fidel lo dice todo; el ceño, la mirada, la sonrisa... y esa forma de andar torero con la que de manera tan personal se daba importancia.
El mundo se me vino encima cuando en su funeral, Magdalena, su viuda, con los ojos arrasados por las lágrimas fue capaz de destacarme entre las más de mil personas que asistieron diciéndome: "Fernando, con lo que Fidel te quería..."
Desde ésta mi página, entrañable amigo, distinguido compañero, te recuerdo emocionado.
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Y no, no me mires así, con esa sonrisa... que me desarmas.